La Pizarra de Loles: febrero 2018

sábado, 24 de febrero de 2018

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Un nuevo miembro en la biblioteca - (Lorenzo Parra Domíngez)

Un nuevo miembro en la biblioteca

Un cuento sobre libros dedicado al nuevo Premio Planeta

Eran las 8 de la tarde, justo la hora de cerrar la biblioteca, cuando los libros estaban deseando que sonara el cerrojo de la puerta para poder cobrar vida y desplegar sus alas de hojas de papel.

Hoy era un día muy especial porque justo al abrir esta mañana, la bibliotecaria traía bajo el brazo un nuevo ejemplar (y no era un ejemplar cualquiera): Era el nuevo Premio Planeta de Novela.

Cuando las luces se apagaron y, tras esperar un instante con todo en calma, los libros alzaron el vuelo por todas partes y los más antiguos movieron sus pastas lentas como las alas de una gran mariposa hasta posarse cerca del nuevo miembro:

- ¿Bueno, bueno… que tenemos por aquí… amigo Sancho? – Dijo “El Quijote” mientras entornaba los ojos para ver mejor y terminando con su coletilla de siempre.

- ¿No ves ángel de amor que en esta apartada estantería, más que las nuevas revista brilla… que es el flamante ganador?- Dijo chistoso un empolvado “Don Juan Tenorio”.

Otro libro vino revoloteando… en su portada una niña emocionada… o más bien enamorada, rodeó al nuevo libro casi intimidándolo a la vez que decía: - Qué maravilloso es que nadie necesite un momento antes de comenzar a cambiar el mundo.- Ahora si la reconocieron: Era “El Diario de Anna Frank”.

En ese momento llegó otro libro cantando: “Era Sonrisas y Lágrimas”, que invitó a algunos más: - ¡¡Chicos, venid a conocer al nuevo!!- Y una bandada de libros coloridos levantó el vuelo de la estantería infantil, sin dejar de jugar a perseguirse entre unos y otros, hasta llegar al gran expositor de novedades.

- ¡No era más que un zorro semejante a cien mil otros…!- Dijo riéndose “El Principito”…al tiempo en que se posaban un puñado de tebeos. Todos saludaban y observaban muy atentos

- ¡Esto es un trabajo para “Gerónimo Stilton”! – Añadió el libro con la portada del ratón aventurero.

- ¡O más bien para “El Capitán trueno”…!- Dijo otro más

- ¡Callaos Merluzos! ¡Esto es un caso para la T.I.A.!- Sentenció un “Mortadelo y Filemón”.

Y al escuchar aquellas palabras, las estanterías se vinieron abajo con una gran revuelta entre cientos de libros.

“Las aventuras del Capitan Alatriste” se enzarzaron en una pelea de espadas contra “Los tres Mosqueteros”, mientras se lanzaban improperios por decidir cuál de ellos era el libro más importante de aquella biblioteca.

“Drácula” abrió sus siniestras alas dispuesto a clavar los picos de sus solapas a los de la saga de “Crepúsculo”, también por el mismo motivo que los espadachines.

Y una épica batalla se libraba entre libros de gruesos lomos de “Juego de Tronos” y “El Señor de los Anillos”, en brutales choques de los que salían miles de páginas sueltas.

- ¡Uno para controlarlos a todos!- Gritaba a la carrera el que hacía llamarse “El Retorno del Rey”.

Y después de incalculable tiempo de disputas por la supremacía, cuando parecía que aquel caos acabaría con la totalidad de la biblioteca, alguien habló desde el rincón más sombrío de aquel lugar:

- Callad al tiempo y dejad mostrar a su merced su rostro. – Sentenció un viejo libro encuadernado en cuero.

Todos se plegaron al escuchar al incunable hablar tras sus amarillentas hojas. Era el más respetado por haber vivido varios siglos y ser el primero en llegar a aquel lugar.

Y continuó el más anciano para animarlo a hablar:

- Presentaos ahora que podéis, joven. Aguardamos que nos brindéis la elocuencia que os llevó a portar tan ilustre banda roja del Premio Planeta.

Entonces aquel libro con el fascinante olor de haber salido hace pocos días de la imprenta, carraspeó para entonar su recién estrenada voz:

- “A menudo subestimamos el poder de la palabra…”

Todos, fascinados por lo trascendental de su primera frase en aquella biblioteca, soltaron un sonoro “¡Ooooohhh!”

Y le escucharon entonces embelesados:

- Es esta banda un honor indescriptible, pero no es más que un símbolo de que la aventura de los libros no dejará de crearse.

Podemos vivir hasta en los lugares con menos recursos, en continuos conflictos, en cualquier ambiente… y somos el motivo y a la vez la forma en que los seres humanos escapan de la realidad por un instante. Al leernos, como si viejos y poderosos conjuros se escribieran en nuestras páginas, hacemos que sus mentes viajen a otros lugares y otros tiempos, pero sobre todo nuestras letras siembran la semilla de nuevos libros que se escribirán, “pro-creando” en sus mentes la magia del nacimiento de libros futuros.

Todos los libros son igual de importante, desde un infantil cuento o un tebeo que evoca la más hilarante carcajada, una historia de amor o terror, o el más grueso de los volúmenes.

Muchos vendrán tras de mí porque el hombre nos necesita. Ya sea en el más antiguo de los papeles o en el más sofisticado de los aparatos electrónicos, porque las Palabras, de las que está forjada el alma de cada uno de nosotros, son el principio y el fin de todo.

Y, cerca ya del nuevo amanecer, cuando todos se resignaron al poder de sus palabras, a ese “fuego invisible” que infundió a cada uno de los libros de aquella biblioteca de pueblo, el nuevo ejemplar del expositor habló con solemnidad diciendo:

- Como dijo mi padre una vez "cualquier palabra, con una carga adecuada, puede cambiar la sociedad".

CÓMO DESAPARECIÓ LA TRISTEZA (Por Lorenzo Parra Domínguez)

CÓMO DESAPARECIÓ LA TRISTEZA

Hubo un tiempo en que todo era oscuro, siniestro, solitario y sobre todo triste… y no porque lo hubiese sido así siempre, sino porque en aquel tiempo había triunfado el mal sobre el bien, la oscuridad sobre la luz.

Pero, ¿Sabéis quién provocó aquel desastre?

Lo hizo el ser más oscuro jamás conocido, la malvada Tristeza, o mejor dicho, su mascota el perro negro llamado Pesadilla

Tristeza y pesadilla solo paseaban de noche, para que este último se alimentara. Lo hacía de los malos sueños, los miedos, la melancolía y sobre todo de la tristeza que afligía los corazones y las mentes de todos los que dormían a aquellas horas de la madrugada.

Y mientras se alimentaba, el mundo entero iba perdiendo los colores alegres para quedarse solo con los grises y negros que envolvían todo como en una nube de amargura y pesimismo.

Todos al levantarse iban al colegio o al trabajo afligidos y apenados, sin ilusión… todos… excepto una niña llamada Polimnia, que vivía en lo alto de la montaña más alta de aquel lugar. Allí, donde siempre permanecía todo nevado, no había lugar para lo gris o negro y, a pesar de vivir en completa soledad, ella nunca se ponía triste.

Su mayor don era inventar palabras nuevas y crear con ellas poemas, cuentos y miles de historias que salían de su cabeza, ayudada por una amiga imaginaria a la que le puso el nombre de inspiración.

Una noche, mientras el terrible Pesadilla husmeaba en busca de nuevos y oscuros sentimientos para comer, subió de un gran salto a la montaña que le quedaba por explorar y, cuando llegó a la cima, vio una pequeña casita blanca.

Al acercarse miró por la ventana y comprobó que una niña de tan solo 10 años vivía sin nadie más allí… en completa soledad.

Se frotó las manos pensando en los suculentos sentimientos de melancolía y amargura que tendrían por ingredientes sus sueños, así que se coló como una sombra por debajo de la puerta y esperó apoyado en el cabecero de su cama, con la boca abierta, a que salieran aquellos terribles sueños de su pequeña cabeza.

Tal como se formaron se los tragó, casi sin masticar, saboreando el gusto de la soledad más absoluta.

Lo que no esperaba es que cuando tenía el estómago repleto de soledad dentro de ella, como el relleno de Lacasitos de un pastel de chocolate negro, explotara en mil pedazos de los colores de la inspiración, la imaginación, la fantasía y las aventuras con que la niña formaba sus poemas e historias, provocándole una tremenda indigestión que también hizo explotar al terrible perro Pesadillas.

Entonces, todo el mundo se llenó de nuevo con los miles de colores que había robado y guardaba en su oscuro interior y Tristeza finalmente tuvo que desaparecer por un buen tiempo.